lunes, 19 de marzo de 2012

Y ahora que parecía que Gato había muerto, ahora que hasta yo me he olvidado de mi durante un largo tiempo, aparece él, Gabriel, para volverme a recordar, años después, que tengo ojos de gato.

A este felino le quedan aún muchas vidas, señores :)
Tengo novio (24 años, 1,70m, bellas artes, profesor de fotografía, acordeonista, 20cm) y me hace bizcochos con té para merendar.

Y esa es solo una de la larga lista de cosas que tú jamás habrías hecho por mi.


¡Cuánto me algo de haberte perdido de vista! :D

martes, 7 de junio de 2011

El Día del Retroceso.

Volvamos así, a la carga, de repente, sin dar explicación de nada. Necesito vomitar, y creo que será lo mejor. Retomemos el viejo hábito de la escritura automática, de la necesidad de ampliar las oraciones lo máximo posible.


¿Qué decir del día de hoy? Raro, diferente, igual que el resto de días en los que tengo entrega de Proyectos. Aguantar toda la noche en la fría sala de estudios, con los otros tres gatos irresponsables que, como yo, hacen las cosas en el último momento. Es una sala grande, con amplias mesas plagadas de agradecidos enchufes, en la que se siente constantemente la vibración del aire acondicionado. Las latas ardientes de coca cola se dispersan por todos lados, y el hambre hace estragos en los minutos más insospechados. Con el spotify echando humo, agotando las últimas horas de libertad cultural y apurando el fondo de armario oculto del iPod (porque, como todos sabéis, siempre tendrás canciones en el iPod que jamás hayas escuchado, proporcionalmente en número a la capacidad de memoria, lógicamente). Me acompañaron las damas esta noche: Keren Ann, Feist, Agnes Obel, Melody Gardot. También recuperé a mi gran Lewin, ese gran amado, de cuyo descubrimiento fue testigo este blog y todos los que lo leíais. Volver a sentir cosas de antaño. Podría decir que ese es el tema por el que se ha regido el día de hoy: recuperación del sentimiento.

La noche avanza, con mi compañera de grupo a mi lado, con mayor rapidez de lo normal. Sin darnos cuenta, son las 5 de la mañana, y en tres horas tenemos la entrega. En este momento sucede lo que ya es ley. En la última porción de tiempo que disponemos, realizamos el 70% de todo el trabajo. Entrega tras entrega este fenómeno se ha ido produciendo y asentando, tanto que esperamos a ese momento pacientemente para empezar a trabajar, con la naturalidad del que conoce el mecanismo del reloj. Algún que otro render, secciones por aquí y por allá, una parrafada de densos tecnicismos por mi parte (que siempre impresiona a los profesores), retocar el modelo de una vivienda o buscar imágenes de referencia. El trabajo, deshilvanado, comienza de repente a tomar perfil, con suavidad, como en ese momento el sol dubitativo despierta de su letargo. El tiempo entonces se detiene y corre hacia atrás: los minutos son horas, en cada segundo puedes ejecutar mil comandos en tu cabeza.

Ya los primeros estudiantes vienen. El hambre ataca con más fuerza. Ahora sí bostezas, te acuerdas de dónde estás y de lo que haces. Sentado en la misma silla 8 horas sin mover la vista de la pantalla, las sensaciones son despreciables. Ir a imprimir rápidamente, correr a clase, y dejar el CD y los paneles en su sitio. Los profesores (en Proyecto vienen en pack) saludan, y poco después deja exponer. Mi compañera, como siempre, tomó la palabra sin dudarlo, así que me limité a asentir de vez en cuando.

A las 11 y media salimos de clase. Salí para casa, y llegué en poco tiempo. A las 12, tras una llamada a mi madre para celebrar que sobrevivo, me acosté. Dos horitas, deliciosas. Salí a las 2, hice algunas gestiones, y me fui para la biblioteca: había que grabar otro CD más, esta vez para la entrega de Historia.

Y allí fue. De repente, empezó el Día del Retroceso. Comenzó la jornada de recuerdos, de reminiscencias de tiempos oscuros, de encuentros inesperados, de desazones inoportunas en las palabras más fortuitas, de opiniones desaprobadas, de consejos inoportunos, de ahogo, de pérdida y recuperación. Desde ese momento se han sucedido una serie de circunstancias, todas casuales, que hacen que una vez más, dude de mi, de mi pasado desaprovechado, de mi presente renqueante y de mi futuro asustado. He vuelto a verme en los espejos a los que gritaba hace ya algún tiempo, reclamando justicia, o tal vez buscando alguna solución. He vuelto a los quince, a los catorce y a los deciséis, a los 18 y hasta hace unos meses: he vuelto a este blog, que ya creía dispensable. Ha caído estrepitosamente el mito que me animaba a seguir: yo. Ella ha aparecido en escena, como cualquier día, pero con más fuerza y presencia que nunca, arrasando. Y, como las grandes artistas, ella lo abarca todo.

Estaba sentada dos mesas más allá, con un vestido oscuro de pequeñas flores y un leve encaje, sobre pantalones cortos de color bajo las que asoman, ocultas en medias divertidas, sus piernas de vértigo. Pelo alborotado, libre, que quiere gritar, de un rojo pasión, o un rojo miedo, o un rojo que sabe que no es tan rojo como cree. Uñas amarillas, varias de ellas de otros colores. Pulseras, pocas, recuerdos, tal vez de algún festival. Discretos pendientes, ella no los necesita para llamar la atención. Ella se oculta detrás de la pantalla del portátil, pero todo el mundo la ve, pero ella ve a todo el mundo, desde su fortaleza natural, desde su cuerpo extraño, siempre ajeno a todo lo que le rodea, pero cuya presencia nunca se deja de sentir.

Ella. ¿Quién es ella?

Ella es Eva.


La primera mujer que apareció en mi vida.

jueves, 3 de febrero de 2011

No puedo decir que haya crecido. Tampoco puedo decir que sea mejor. No me veo más maduro, ni pienso que haya aprendido de todo. No sé ser feliz.

El Gato sigue igual que siempre, ¿para qué cambiar?. Sólo que ya apenas piensa. Es extraño. Aquella lucidez que creía que lo caracterizaba, parece haber desaparecido. Solo sufre y llora los días impares, los pares son grises, los primos deslumbrantes.

Ya apenas puedo escribir. Os confieso que empecé otro proyecto, hace ya bastantes meses, donde volcaba todos los sentimientos contenidos que dirigía a una chica sin nombre. El amor secreto es el más bello amor, pero acaba volviéndose en tu contra. Es un amor puro que no llega a ser del todo puro. Es un amor cargado de sentimiento, de magia idealizada. Y de dolor. El amor no correspondido es la antítesis del amor.

Ahora poco hago. Toco la guitarra cada vez mejor, aprendo a cantar, tengo un par de composiciones ahí, con sus letras tristes y monótonas. Tampoco la música será mi destino. Ni la fotografía.

No estudio y suspendo. Algo pasa conmigo, en el mundo académico, que todo se viene abajo. No he aprobado ningún examen, y a más de la mitad no me he presentado. Lo que más me preocupa es que, precisamente, no me preocupa. Me da todo igual, y eso no es bueno, necesito poder reaccionar, volverme a estudiar. Mañana tengo el último examen, de Historia de la Arquitectura, y ni siquiera me he leído los textos. Es una asignatura que me gusta, pero en cambio estoy aquí tumbado en la cama, a las 2 y media de la tarde, sin hacer nada.

No siento interés, quizás sea ese el problema. Sí, lo tengo claro, ese es el problema. ¿En qué momento perdí las ganas de vivir? ¿Cuándo dejé de correr para alcanzar la vida? Los días pasan y yo cada vez muero un poco más, llevo meses muerto. ¿Cuándo acabará esto?

Tengo miedo, la verdad. Porque me alejo cada vez más de lo que yo era, y de lo que quería ser. Ahora no sé qué soy, ni cuáles son mis principios, hacia dónde me quiero dirigir o de dónde parto.

Desilusiones amorosas, aburrimiento en la carrera, falta de fiesta y diversión, GRAVES problemas en la familia. La historia que cargo cada vez me pesa más. ¿Cuándo llegará el alto en el camino? Lo necesito, siempre lo necesitaré.

(Ahora sonrío. Recuerdo cuando hice el Camino de Santiago. Qué feliz era. En el segundo viaje que hice, perseguía la senda de un chico, el extinto eGeo. Tenía un sueño que seguir. Ahora no hay estrella fugaz que marque el camino.)

Es cierto que algunas cosas he ganado, pero supongo que es por la edad. Me he puesto muy guapo, visto muy bien y soy interesante para muchos chicos. Varias veces al mes termino en los brazos de alguno, siempre de forma imprevista, nunca premeditado. Tengo varios enamorados detrás, gente que me sigue, que ven su mundo en mis ojos. Yo no las busco, pero ahí están. Debería estar agradecido, o sentirme orgulloso, pero no, no es así. Porque son besos secos, sin sabor. Noches negras y revueltas, despertarte viendo pelos en la espalda de alguien de quien ni siquiera sabes los apellidos. Se da la vuelta, y la cara vacía te dice un "te quiero". Mi cara de horror y desesperación. ¿Qué es esto? ¿Por qué lo estoy haciendo? Ellos para mi no son nada. ¿Cuándo empezaste a ser tan frío, gélido Gato?



Espero volver a llegar aquí otro día y reescribir mi historia. Daros, darme, buenas noticias. El Gato quiere volver a ser Gato. No quiere ser nieve soluble, sombra sin nombre.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Vagancia

Venga, va, me atrevo. Tengo ganas de escribir, largo y tendido. Y además, seguro que a más de uno le ha pasado esto.








Realmente no sé cómo empezar. Ni qué voy a empezar, exactamente. Me siento a escribir hoy porque es un día bonito, un sábado tranquilo, lleno de paz. Tras una dura semana de entregas de proyectos y teoría, y un examen de física, el sábado amanece lloviendo. Es esa lluvia eterna, inagotable, fina, dulce, que te arrastra río abajo hacia los mares que hacía tiempo no navegaba. Hoy es un día de recordar. De recordar a Adán, a mi amigo negrito y las noches que pasaba en su cama, con 15 años, también a mi época dorada como blogger. La lluvia también me lleva hasta Alemania, hasta aquel pequeño edificio encantador de la calle Ganzenmüllerstraße en Freising. Dicen que nunca se debe volver al lugar donde una vez fuiste feliz. Pues yo tentaré mi suerte y trataré de ir este verano. Solo o acompañado.


Acostarme a las tantas y dormir hasta tarde. Es una experiencia extraña, todo el mundo la ha vivido. Es agradable y molesta a partes iguales, al menos para mi. Agradable porque significa no hacer nada, y eso siempre sienta bien. Y molesta porque ese no hacer nada pasa factura. El cuerpo se relaja en su comodidad, y la actividad mental se anula, suspende. Es como estar muerto en vida. Te quedas sin fuerzas y no eres capaz de pensar nada. Súmale una ducha de agua hirviendo, y la tensión te bajará sobremanera. Quizás algún proyecto tímido cruce tu mente, pero no conseguirás sacarlo a la luz. La cama deshecha es nuestro mundo, lo que hay afuera es solo un fondo que nos trae sin cuidado. Lo malo del invierno es que el día apenas existe. El despertar al mediodía y el rápido atardecer del invierno hacen que las noches parezcan una, más si es el cielo es nublado y gris como hoy. En verano es diferente, pero igual de triste pensar que durante un día no nos ha tocado el sol, al menos para mi, yo que lo necesito tanto. Estos días son como un sueño que apenas retenemos, un recuerdo difuso difícil de recuperar. Cuando nos damos cuenta de que son días que están en el calendarios, días que se nos han sumado a la sien, es ya demasiado tarde, y solo cabe lamentarse. Pero ahora nos da igual: los párpados siempre pesan y, a pesar de que intentemos escuchar música, todo son sonidos extraños. Las canciones pasan y pasan y sólo de vez en cuando reconoces el lejano murmullo. Es parte de la ensoñación, hay bandas sonoras anodinas.

El reloj se convierte en enemigo. Avanza demasiado rápido, no avisa.

A decir verdad, odio estos sábados y domingos sin nombre. Odio la comodidad momentánea. Odio estar bien un instante, sabiendo que acabará pronto, y que habré de pagar un caro precio por ello. Estos días son como el caviar, o como cualquier otro capricho por el que haya que pagar mucho. Y no paro de pensar que allá afuera, que mis amigos, estarán viviendo plenamente. Estudiando, saliendo, conociendo a gente, ligando, haciendo fotos, creando, experimentando, sintiendo. Y que yo sigo en mi estado vegetativo. Sólo espero no acordarme de estos momentos cuando esté al final del camino, o me arrepentiré. Y el arrepentimiento es lo peor.


¡Basta ya! Hemos de luchar contra este letargo. Porque TENEMOS que llenar nuestra vida de VIDA. Porque no podemos permitir que el vacío ocupe más que la acción. Porque al final sólo quedan recuerdos, acabarán siendo el bien más preciado. Recuerdos, experiencias, momentos que almacenar. Evitemos estos momentos caducos que tanto nos costarán. Trato de luchar, al menos tengo ya la mente activa: estás aquí escribiendo tus parrafadas, como las antiguas, sobre temas que poca novedad tienen, y a quienes nadie va a interesar. (Me gusta jugar con las palabras, son como un puzzle en el que las piezas encajan como yo desee. Tengo el poder de un Dios con ellas.) Hay que sentir, lo que sea, pero sentir. Nunca me he arrepentido del sufrimiento, de los llantos, del dolor, tampoco de la felicidad que cuesta, pero que permanece. Y este momento no es feliz, nadie es feliz así, muerto.

Como dice Maquiavelo, "vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse".


Así que hala, manos a la obra. Me voy a dibujar, a trabajar, a fotografiar, lo que sea, aunque no tenga el qué.


Estoy harto de estos bostezos que no llevan a ningún sitio. Abrir la boca para no decir nada.

martes, 16 de noviembre de 2010

¡New look!

¿Qué os parece? Todavía no es definitivo.


Joac me ha hecho pensar, y sí, tal vez, necesite escribir otra vez :)



Entre exámenes y conciertos, trataré de hacerlo, por mi bien.






Se ruega tengan cuidado.