sábado, 1 de noviembre de 2008

Noche de disfraces




Anoche fue sin duda una de las mejores de mi vida. Pasaron muchas cosas interesantes... pero empezaré desde el principio.

El viernes por la tarde, hasta las 8 y algo cuando me presenté en casa de Sarita, aún no tenía ni idea de lo que íbamos a hacer. Yo había comprado unos guantes de látex, algo de pintura simuladora de sangre, spray gris para el pelo y un cuchillo enorme de carnicero, of course, de plástico, y con todos esos bártulos y la bata de mi madre en la mochila, atravesé la inundada Fuengirola hasta llegar a su casa. ¡Cómo llovía, la virgen! Hacía muchísimo tiempo que no llovía así, es más, ayer fue el primer día que llovió en serio después del verano. Las carreteras, mal preparadas para estas situaciones, se convertían en ríos de furiosa agua sucia que saltaban al acoso de los viandantes impulsadas por lo coches que corrían de un lado a otro. ¡Cómo llovía, y yo con mi paragüita pequeño, empapándome las zapatillas!. Pero llegué, y la bienvenida fue muy buena. La madre de Sarita, gran amiga de mi familia y con la que tengo mucha confianza, me dejó unas zapatillas de estar en casa y un pantalón de pijama suyo, puso a tender mis calcetines mojados y metió mis zapatillas y mi pantalón en la secadora. Ya estaba Sally allí, y tras pasar un rato sin hacer nada en especial, nos pusimos manos a la obra.

Mientras nos comíamos unas pizzas, tendimos la bata de mi madre en la mesa del salón y, con la sangre de juguete y tomate Orlando nos pusimos a mancharla de las formas más casuales que podíamos. Salpicones por aquí, unos dedos por allá, la marca de una mano que intentaba rasgarla... acabó oliendo a tomate, pero perfecta. Los guantes de látex blanco los pinté con mercromina/betadine, ya sabéis, rojo sangre, y el cuchillo lo pinté un poco con pintauñas, quedó perfecto todo. Las chica ya tenían sus trajes: ropa negra, medias oscuras y unos tutús muy monos. Ahora tocaba pintarse y arreglarse el pelo, para lo que nos ayudó la madre de Sarita. Me embadurnó la cabeza de laca, y subó todos los pelos para arriba, cardándolos poco a poco y aumentando su volumen. Me echó más laca y más spray de color gris, y ya estaba listo, al menos el pelo. Luego tocó empolvarse toda la cara con polvos de talco, crearse ojeras con pintalabios y hacer marcas y cicatrices por el cuello, todo ésto ayudado por Sally. Ellas se hicieron un moño muy gracioso, se palidecieron la cara y se pintaron los ojos con mucho negro. Yo daba realmente miedo con todos los pelos hacia arriba despuntando en todos lados y la cara pálida, pero ellas también tenían su cosa, porque estaban muy bien pintadas. Ya cuando me puse la bata sanguinolienta de médico, los guantes manchados, la mascarilla el cuello, y el cuchillo en mano... ya, sí, ya estaba listo, y había quedado mucho mejor de lo que podría imaginar. No sabía bien qué era, una especie de médico asesino zombie, por lo que empecé a decir que era un muerto de los de Resident Evil. El caso es que me quedaba de purísima madre. ¡Estábamos preparados para dar miedo! Sally entonces propuso que nos quedásemos a dormir en casa de Sarita... y tras consultarlo con su madre, así lo decidimos, ya que con la mía no haría falta ni preguntar.

Sobre las 11 el padre nos bajó hasta mi casa en coche. Allí le enseñé mi disfraz a mi madre y le dije que dormía en casa de Sarita (como nuestras madres son muy muy amigas, no hay problemas, confían), nos hicimos algunas fotos, cogí dinero, bebí algo de agua y salimos a la calle. Apenas llovía, chispeaba, pero llevábamos nuestros previsores paraguas, y frío yo no tenía, pues llevaba una camiseta interior sin mangas (me puse con ella delante del espejo, parecía un tío bueno y todo, sacando musculito, me quedaba muy bien... que pena que ya no vaya al gimnasio, tengo que volver!), dos de manga larga blancas y bien gruesas, y encima la bata. Las chicas si tenían algo de frío, pero llevaban un jersey en la mochila, y Sally tenía una preciosa capa negra con pelos que le quedaba de muerte. Por las calles mojadas nos dirigimos al punto de encuentro, pasando entre grupos de personas normales, que se quedaban mirándome a mi, riéndose y señalándome... y me daba igual. Halloween es el único día del año en el que lo único prohibido es tener vergüenza, así que me la refanfinflaba todo lo que dijesen, aunque luego vi que se quedaban impresionados y que cuchicheaban halagando mi disfraz. ¡Estaba triunfando, con una idea que había surgido hace poco y que esa misma noche mis dos amigas habían puesto en marcha!. Un poco más tarde de la hora fijada llegamos al punto de encuentro, y allí vimos a los demás. La chica tímida vestía como una chica de cabaret, con ligueros, sombrero y cara muy pintada, muy mona. La chica inglesa tenía todos sus pelos largos hacia arriba fijados con laca, como yo pero a lo pro (es decir, mucho mejor, es una expresión que me pegó Lea xD),y la cara pintada muy bien. El novio vestía una túnica negra impermeable, cubierto por una capucha puntiaguda con la cara totalmente pintada de blanco, y a su espalda una enorme espada (metro y medio, casi) de extrañas formas de cartón y otros materiales muy realista que él mismo se había hecho años atrás. Los otros, los tres chicos que nos acompañaron en el concierto de heavy de la semana pasada.

Primero fuimos al Burbujas, una champagnería de aquí muy famosa, a bebernos la ponchera de champán que Sally nos había prometido en el verano. Solo bebimos 6 personas, y contando que el total del líquido correspondía a tres botellas de champán... 3/6=0.5, osea, que media botella nos bebimos cada uno. Así, como es lógico, y más cuando no lo notas sentado pues el champán nos (al menos a mi, me) cae muy bien en el estómago, al levantarnos nos mareamos un poquillo. Pero era gracioso, porque no estábamos borrachos... sólo mareados, era sólo la vista lo que nos jugaba malas pasadas. Pero unos cuantos minutitos al frío de la noche exterior, y todo arreglado. Sobre la 12 y media nos dirigimos a la Plaza Amarilla, al lugar de botellón cerca de la playa, pero como caía una leve lluvia, todos los bebedores, fumadores y ligadores se refugiaban bajo los pequeños techados de las pizzerias, tiendas de souvenir (colchonetas, postales de sevillanas, o de dibujos pornográficos, que por aquí ronda mucho la postal de un negro con lo suyo erecto, que dicho sea de paso, está muy muy bien) y heladerías de los edificios a primera línea de playa. Allí me encontré con una chica del instituto, se asombró de mis disfraz (decía que no me habría imaginado nunca así vestido... pues la verdad es que yo tampoco, no pegaba conmigo. Pero es el momento del cambio) y estuvimos hablando un poco. Seguí con los demás, pero no llegamos muy lejos, ya que no teníamos ningún plan fijado. Al final, el novio de la inglesa nos propuso ir a un local nuevo, y allá que fuimos. El local en cuestión no estaba nada mal, era céntrico, en la zona de marcha nocturna, con buena música rock y decorado para la ocasión. Estuvimos un largo rato allí, hasta que vi por la ventana a Luca. Entró, seguido por Lara, Chris y su novio, una chica lesbiana muy simpática, y varios más. Me quedé pasmado con el traje de Lara y del novio de Chris. Estoy harto de llamarle así, de manera que le llamaré Martin, lo primero que se me ha ocurrido. Ellos dos iban perfectamente caracterizados como los protagonistas de Sweeney Todd, es decir, él era Todd, y ella la señorita Lovett. Para los que no hayáis visto Sweeney Todd... no sabéis lo que os perdéis... ¡¡¡es otra obra maestra de Tim Burton, con Johnny Deep en el papel principal!!!

Pero el caso es que iban geniales, perfectos. Cara pálida, Martin tenía el pelo hacia atrás y un mechón blanco, ropa igual al de la película, cuchilla de afeitar incluida, y actuando como el personaje. Lara, con un gran moño que le hacía mucho pelo, cara amarillenta, vestido largo de encaje negro, un rulo de amasar y un paraguas de película, precioso. ¡Estaban maravillosos! Daba impresión verlos... se parecían tanto a los originales, hacían hasta escenas de la película, todo super real. Y tan guapo estaba Martin... si, Martin es una de las personas más guapas (a mi gusto) de los gays de Fuengirola que he conocido. Da gusto verlo, su cara grande, su pelo bonito y moldeable como el mío, sus ojos expresivos... todos dicen que es muy guapo, y lo es. Chris también lo es, no digo que no... pero al parecerse a mi, pues como que hace que no me atraiga tanto en ese sentido. En fin, todos son guapos, pero para guapo guapo, tengo la suerte de poder decir que eGeo lo es, puesto que lo he examinado bien a fondo, a la distancia y en persona.

Luca, quien vestía de cura, nada más verme me dió un inmenso abrazo. Yo se lo había prometido por msn, ya que él me decía que no estaba muy bien, estaba desanimado, porque se ha quedado sin trabajo, y la relación con su novio no va bien, ya que éste vive en Barcelona y el significado de fidelidad no lo entiende muy bien. Me ha cogido mucho cariño, y se nota... está todo el rato abrazándome, dice que me quiere proteger de todo, que hay personas muy malas en el mundo, y que no quiere que lo pase mal... es muy bueno, y sé que ese cariño nunca llegará a más. Porque yo no quiero, porque amo ya a mi novio, y porque él sabe que no debe pasarse ni intentar nada. Las otras chicas también iban bien... la lesbiana, simpatiquísima, muy pequeñita y graciosa, iba vestida de mimo, y otra chica también muy divertida, de muñeca. Chris iba con camisa, capa y una máscara muy elaborada, al estilo de las famosas fiestas de máscaras venecianas.

Ya estábamos todos, al fin... ¡¡pero la cosa no había hecho más que empezar, aún quedaba la mitad de la noche, pues ésta no acababa en la calle, sino que seguiría en casa de Sarita!

(Continuará)

PD: Foto de la inglesa con su novio y su espada...