jueves, 23 de octubre de 2008

eGeo y Gato - Sexta parte: La momentánea separación


Vuelvo a maldecir nuestra mala suerte, tres semanas después... aunque también hay que tener en cuenta la buenísima suerte que he tenido en general. Simplemente fue un pequeño incidente en una historia bonita de amor... nada importante.

Pero ahí estaban, por poco que importase, las gafas rotas. Y la madre de eGeo llamándola al móvil... se acabó lo que se daba. Tuvimos entonces que recoger todo el chiringuito, ponernos las ropas bien y prepararnos para bajar y buscar la dichosa óptica donde le pondrían los dichosos cristalitos. Era algo tarde, y un sábado, por lo que él temía no llegar a tiempo.

Empezamos a descender por la montaña de tierra, y entonces se hizo patente la ayuda de sus gafas. ¡El pobre no veía casi nada!. De manera que fui agarrándole del brazo, del hombro o de la cintura, con cuidado al bajar los terraplenes, observando sus graciosos y pequeños ojos con un mirar perdido, irradiando un cariño y un amor imposibles de describir. Pocos besos nos pudimos dar a la bajada, por las prisas, pero sí aprovechamos los últimos momentos de bucólica intimidad, ya que volveríamos a la incivilizada civilización. Fuimos hasta una parada de autobús que estaba muy cerca de su casa, por lo que él temió entonces que su madre nos viese. Por lo visto ella había ido a la peluquería, podía volver en un momento u otro y vernos. A cada coche que pasaba me preguntaba si era un Honda Civic oscuro... pero no, por suerte, ninguno hubo. Nos sentamos en la parada de autobús, a esperar durante un ratillo. Había dos niñas y una señora allí, que se alejó un poco, pero las chicas no paraban de mirarnos. Nunca olvidaré esta conversación...

Yo-Mira, este es mi DNI, el de los nuevos... pero salgo fatal, vaya.
Él- Que va, estás muy bien.
Yo- ¿Qué? ¿Me estás diciendo que soy guapo?..... ¿Tu no serás maricón, no??? (En voz alta)
Él- No, no, que va!!... (risas contenidas)
Yo- Ah, bueno, qué asco, vaya... (y nos separamos bruscamente, estábamos sentados y me fui al otro asiento)
Él- Si, que asco tio, yo eso no.

Y volvieron las risas que apenas podíamos contener. Volví a su lado, y con la mirada y los labios le susurré un "te quiero" sincero y puro, al que respondió. Necesitaba besarlo... pero aquellas niñas nos impedían actuar con libertad. Maldita sea... Bonito momento fue ese, sin duda, como muchos otros pequeños momentos de felicidad intensa que me regaló.

Llegó finalmente el autobús. Lo voy a confesar casi con vergüenza, pero en mi vida me he subido unas 5 veces a un autobús de línea. Y sin duda, esa fue una de las más especiales, que siempre recordaré. Nos sentamos juntos, casi al final, muy apretados, y entre su pierna y la mía nuestras manos se acariciaban disimuladamente. Habría saltado y me lo habría comido entero ahí, en ese asiento tan incómodo... pero tenía que mantener la compostura. Ya te asaltaré cuando estemos solos en Madrid, eso me lo tengo prometido... :P.

Llegamos a nuestra parada, y nos fuimos casi corriendo a su óptica. Rápidamente nos atendieron, y nos dijeron que en unos diez o quince minutos estaría lista. Menos mal, porque eran las 12:50 más o menos, y yo debía estar en el hotel a las 13:00, donde me estaría esperando mi padre. Volvimos paseando a donde tenía la bicicleta, detrás del hotel, y allí nos despedimos con un simple abrazo, que podría parecer eso a los demás, pero para nosotros fue muy intenso, como siempre. Desde el exterior no se percibió que los dos corazones saltaban de júbilo, pero también de tristeza, porque habríamos de separarnos una vez más. Cogió su bicicleta... y se fue. Fue el "Hasta luego" más razonable que le he dicho. Me dirigí a la entrada del hotel, y allí estaba mi padre con las mochilas, listo para andar.

Desde la 1 de la tarde hasta las 3 y media, más o menos, recorrimos unos 12 kilómetros. Al principio, por Logroño, entre la gente que ya nos empezaba a decir el consabido "Buen camino!"(entre esa gente encontré a una chica que me recordó a Alexa... pero se me olvidó preguntarle a eGeo ese mismo día si era ella, así que nada, ya nunca se sabrá). El asfalto era duro, y ese es uno de mis mayores problemas: que al andar por ciudad o cemento, me canso muy rápido, el pie se adapta siempre al mismo movimiento y acaba doliéndome. Salimos del área de edificios, pero no de la ciudad, puesto que fuimos por un enooorme parque, La Grajera (que ya quisiera yo uno de esos parques en mi ciudad... caramba!), en el que había familias comiendo, paseando en bicicleta o andando, pero ningún peregrino más, ya que habíamos salido demasiado tarde como para encontrarnos con ellos.

El parque de la Grajera se alargó durante unos kilómetros, casi la mitad del recorrido. Era bonito el parque... árboles altos, abetos, pinos, un lago que parecía artificial (donde unos chicos que pescaban se pusieron a gritar que habían conseguido una pieza muy grande, con la intención de sorprendernos, creyendo que éramos guiris... a lo que solté a mi padre un "já, se creen que no somos españoles!", y se callaron). Pero todo cansaba un poco, pues el terreno seguía demasiado duro. De repente, una dura cuesta, y empezamos a ver los primeros viñedos. Quién iba a decir que me pasarían tantas cosas en un campo como aquellos... Estaba feliz, y se me notaba, mi padre lo hubo de percibir. En cierta parte, bastante cerca de la carretera para mi gusto, en una reja metálica había cruces y corazones perfilados con trozos de madera o plásticos (Ejemplo en la foto). A punto estuve de poner otro corazoncito, por eGeo y por mi... pero no debía retrasarme, bastante había hecho mi padre ya por mí como para que esperase más. Y es verdad que no podía dejar de pensar en él, y en lo que había pasado... pero lo pensaba de otra manera. No lo recordaba con ansias... lo recordaba con seguridad, me sentía firme, atado ya a algo, tranquilo de que lo que tenía no me lo iba a arrebatar nadie.

A las 15:30 aproximadamente, y más frescos que una rosa, llegamos al pueblecito en cuestión, Navarrete. Rápidamente, nos fuimos hacia el albergue municipal, donde un francés muy mayor me hizo la credencial. El albergue no estaba mal... cuatro literas en una habitación, cada una en una pared, aunque la ducha sí dejaba mucho que desear. Me comí un bocadillo de jamón (ni comparación tiene el jamón de allí con el de aquí, por dios, el de Jabugo de Huelva es el mejor!) y me duché rápidamente con agua fría y me eché lo poco que quedaba de perfume, quería estar limpio para eGeo, aunque seguía con la misma ropa (Me cambié antes de empezar a andar, y luego me puse la camisa que había usado por la mañana, que no estaba ni sudada ni nada).

Sobre las 4 y media empecé a llamar a eGeo, y me empecé a poner nervioso porque no me lo cogía. Inquieto, iba andando de un lado a otro, llamándole, hasta 9 veces sonó su móvil y no lo cogió. Me empecé a preocupar. ¿Le habría pasado algo, se habría caído en esa precaria bicicleta? ¿Su madre no le habría dejado escaparse? ¿Por qué no cogía el móvil, maldita sea? Mucho me preocupé, me puse en lo peor. ¿Y si no puede venir? ¿Y si no le veo? ¿Y si no le vuelvo a ver? ¿Qué pensará de todo lo que había pasado esa mañana, lo recordará con alegría y orgullo, como yo, o por otro lado se arrepentía? ¿Es que había cambiado de opinión? ¿Dejaba de quererme? Durante una media hora me rallé muchísimo, dando vueltas cerca del albergue, intentando que mi padre no notase nada... pues mis ojos y mi alma estaban a punto de echarse a llorar. Por fin, con alegría noté que mi móvil estaba vibrando... me estaba llamando, al fin, seguía vivo! Cuando su cálida voz intenté evitarlo, pero terminé llorando, aunque pretendí que no lo percibiera mucho. Si, seguía queriéndome, iba directo hacia mi... pude respirar tranquilo, al fin. ¡eGeo, no imaginas la angustia que sentí, se me iba a acabar el mundo si te llamaba una vez más y no lo cogías!

Salí andando por el pueblo, en dirección a la entrada, dispuesto a encontrarme por última vez ese dia con el amor de mi vida.

(Continuará)

¡¡Un besazo a todos!!