miércoles, 14 de enero de 2009

Filosofía de peluqueras.

Al final fue falsa alarma el post anterior. Todo se solucionó antes de lo previsto. Yo ayudé a eGeo en lo que pude, menos mal que no necesite mi ayuda más, al menos respecto a ese problema.

Hoy, como dije ayer, tocaba peluquería. En realidad no tenía el pelo tan largo, sí muy voluminoso, pero no quedaba feo en absoluto. Simplemente fui a retocarme porque tenía ganas, para arreglarme para salir bien en la famosa orla, y porque mi madre no dejaba de decírmelo. Pero principalmente para lo primero, porque tenía ganas, porque me encanta ir a la peluquería, especialmente a esa en particular.

Me gusta ir porque la peluquera es muy simpática, y porque ADORO que me toquen el cuero cabelludo, que me acaricien el pelo, cosa que ella hace, al lavarme la cabeza y darme un masaje antes de peinarme. Hoy hemos hablado más de lo de costumbre. La profesional, de unos 40 o más años, con una hija y un marido, me ha contado su opinión sobre todo. El mundo ha cambiado muchísimo desde hace unos cuantos años, desde la muerte de Franco, por poner una fecha. Me decía que antes los jóvenes tenían mucha menos libertad, que estaban más encerrados, muy reprimidos, y que nosotros ahora no sabemos lo que tenemos. Y yo le decía que sí lo sabemos, que en mi opinión, las dos generaciones han estado en la misma situación, simplemente nos quejamos y queremos de liberarnos de diferentes cosas en diferentes medidas. Antes ellos podían salir a la calle sin problema por el día a cualquier sitio, y nosotros lo tenemos más difícil, más que nada porque las ciudades han crecido demasiado. Ellos no podían ir a las discotecas por la noche a los 18, y nosotros no encontramos un ambiente favorable en ellas a esa hora, y exigimos estar hasta más tarde. En fin, que todo ha cambiado, pero sigue igual.

También me dijo que en el mundo laboral hay que empezar desde el principio. Que no aspiremos a lo máximo, que en el comienzo nos conformemos con poco, aunque en una oferta de trabajo no nos den mucho dinero, la cojamos, para así adquirir experiencia, que es lo básico en la primera experiencia profesional, para poder después volar a otras empresas contando con algo muy importante. Todo esto ya lo sabía yo... pero como ella bien decía, me aconsejaba pensando en su propia experiencia en la vida, en los errores que había cometido, y que no quería que cometiesen los demás. A cualquier otro, esa conversación le habría impresionado mucho y quizás le habría abierto los ojos a una nueva luz... pero a mí solo me sirvió para repetir todo lo que ya había pensado con anterioridad. Que si los padres quieren lo mejor para nosotros, que si nos dicen cosas para que no nos equivoquemos no nos arrepintamos como ellos, que si en la vida hay que luchar muy duro... etc, etc.

Pienso que las peluqueras son pequeñas sabias del día a día. En su rutina de cortar, lavar, aclarar y peinar, aprenden mucho de cada persona que se sienta en sus sillones. Adquieren mucha experiencia, conocen casos diferentes, pues detrás de cada cotilleo suele haber un significado importante, algo que tener en cuenta, posiblemente aplicable para otros casos en otros contextos. Sabiduría que luego pueden aplicar para solucionar los problemas de los próximos clientes. Son como sus psicólogos particulares, la persona que llega con el pelo largo sale del establecimiento con menos pelo y menos embrollos en la cabeza. Es cierto que, bueno, yo no le cuento mis problemas diarios ni mi vida con eGeo, pero en otros temas relacionados con el instituto o amigos, me suele aclarar bastante...  y eso que yo no hablo casi nada. Siempre están ahí, constantemente, realizando el mismo trabajo, contemplando la vida pasar entre lacas fijadoras y cremas capilares. Mi padre me confesó que quería estudiar peluquería en plan bien, de llegar a ser un buen peluquero, pero mi madre no le dejó. Ciertamente, a mi también me habría gustado ser un poco de peluquero, de observador paciente, que recogiese todo el saber posible de la calle. Pero claro, siendo peluquero, todo el día encerrado en mi cubículo viendo la vida pasar tras la ventana, no sabría cómo es actuar por mí mismo, tener mis problemas, e ir a la peluquería a contárselos a la correspondiente peluquera (o peluquero, que también hay muchos hombres peluqueros). Una duda que tengo... ¿Quién pelará a las peluqueras?.

Bueh, he salido de allí tras una hora de sesión, simultaneando plática y tijeretazo, con mi flamante nuevo peinado. Bueh, soy un mentiroso, ya que estoy exactamente igual que antes, sólo que ahora me pesa menos la cabeza. Me ha quitado muchísimo volumen, me ha recortado del flequillo y de atrás... pero eso sí, no ha tocado ni un pelo de la trenza que Sarita me había hecho hace unos 20 días. Así que ahora tengo ese mechoncito tejido más largo, sobresaliendo por encima de mi hombro derecho. Pienso dejármelo mucho tiempo, ya veré cuándo me lo cortaré... si que da bien, así se quedará. Me haría muchísima ilusión que eGeo lo viese directamente, que juguetease con él, y que pasase su mano por mi pelo una vez más. Prometo que lo hará lo más pronto posible.

He salido de allí y me he parado en el escaparate de una tienda cercana a verme. No me queda nada mal, estoy incluso mono. Me veía con otros ojos ante mi reflejo. Con otros ojos totalmente distintos. La última vez que había ido, fue pocos días antes de visitar a eGeo. Allí estaba, tres meses después del nerviosismo e impaciencia irrefrenable, de mi aventura hacia Logroño, allí estaba, de nuevo con el pelo más corto, apreciando (por primera vez) mi alegre sonrisa, que dibujaba los labios que ya habían sido besados y que besarían muchas veces más. eGeo me ha hecho pasar los mejores 3 meses y pico de mi vida. ¡Y muchos más pasarán en los que se verá obligadísimo a hacerme feliz!

(De la tienda al final volví después y me compré un jersey negro y un pantalón de pitillo, el primero!. Lo escribo rápido porque es tarde y mi madre ya me manda ir a comer. El pantalón era de Lee, pero estaba muy rebajado, estoy contento. Mañana, más, y mejor.)

¡¡Un besazo enormérrimo a todos!!