miércoles, 8 de abril de 2009

Se acabó lo que se daba - El viaje y Estambul.



Pues eso chicos, ya acabó mi dicha. Ahora, de nuevo, la rutina, los estudios, los padres, las comidas repetitivas, la pesadez, el aburrimiento. Adiós al barco, al viento salado en la proa, a la convivencia perpetua con mis amigos, a los descubrimientos de nuevos sitios, a la música por la noche, al pianista y al contrabajista con sus instrumentos, a nuestra querida asistenta de habitación, a los divertidos camareros, adiós a la paz conmigo mismo con y con el mundo. Adiós al entrañable balanceo del barco. Es una de las cosas que más echaré de menos. Me encantó.

Sin duda, todo ha sido una experiencia inolvidable, que me ha marcado. No lo imaginaba así, sin duda. Desde que salí desde el Parque Acuático de Fuengirola a las 12 de la noche del domingo día número 29 de marzo, hasta la llegada este martes a las 6 de la mañana, no he parado de maravillarme. El viaje de ida fue, como todos, pesado, muy pesado. 7 horas de autobús, varias horas esperando en el aeropuerto de Madrid, después otras 4 horas de leve vuelo hasta Estambul, más horas allí aguantando la espera... y finalmente, divisar el crucero, hacernos una foto de bienvenida con nuestras espléndidas caras demacradas por el cansancio, y subir a bordo.

El barco... lo mejor. Impresionante. Sin palabras me deja. Será porque yo nunca he visto nada igual, sumido en mi ignorancia, pero me pareció mejor que el Titanic y cualquier barco que se pusiera delante. 10 plantas, con un teatro, varios restaurantes, un buffet, bares, tiendas, un pedazo de casino, biblioteca, sala de videojuegos, sala de juegos de mesa, gimnasio, exposición de cuadros, estudio fotográfico, y mil y un cosas más. Todo de lujo, muy luminoso, buena decoración, y la tripulación de lo mejor: la mayoría surafricanos, pero encantadores, divertidos y muy amables, con un colegueo que daba gusto.  Las habitaciones no eran muy grandes, de ínfima clase, pero suficientes: se componían de dos camas separadas y sobre cada una de ellas una litera plegable, una pequeño baño con diminuta ducha, unos espejos, cajones y unos armarios. Las camas, no las utilizamos para nada, tan solo la parejita que nos acompañaba, y no precisamente para dormir. En el camarote hubo un buen rollo increíble, nos organizábamos bien, a pesar del estrecho espacio del que disponíamos, al contrario que los demás. Por ejemplo, el contiguo (todos los de mi instituto estábamos distribuidos en habitaciones muy cercanas), en el que convivían Marcos, Lea, Azul y otra chica más, era un caos constante. Peleas, desorganización, suciedad, ropa por todos sitios, quejas por quién tarda más o menos en arreglarse... un desastre. Menos en el nuestro, que todo fue como la seda.

Al fin, estábamos en el barco. Lo visitamos un poco tras ducharnos y cenar en el exquisito restaurante, y sobre las 12 ya estábamos en la discoteca. Hasta las 3 aguantamos, no podíamos más. Dormimos unas tres horitas o cuatro horitas, y ya de estábamos de pie preprarados para visitar Estambul, con su Mezquita Azul, su Gran Bazar y su maravillosa Hagia Sofía. Me encantó Estambul, fue una de las ciudades que más me gustó, si no la que más. A la tarde de nuevo en el barco, a disfrutar. Verlo zarpar fue lo mejor, ese leve vaivén de las olas que nos hacía balancear el cuerpo, al principio me mareó, pero luego me hizo sentir bien.

No me lo creía. Estaba de crucero, surcando el mar del Mármara entre dos continentes, con amigos, no los mejores, pero amigos, al fin y al cabo, y con mi cámara, mis ganas de conocer cosas nuevas, y mis fuerzas que se reponían cada vez más para alcanzar aquello que tanto deseaba: realizar ese mismo viaje con mi niño.


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Y ahora, desagradable escisión durante unos días. Me voy a Torre del Mar dentro de una hora, y no volveré hasta terminar la semana. Puede que, si hay suerte, el viernes me vaya a casa de Martin de nuevo, a aquella casita donde pasamos aquellos días tan estupendos. Hay problemillas en casa, mis padres no están conformes, porque hoy mi hermana se va con su novio a Cádiz y yo me voy el viernes, apenas estaremos en familia pintando la casa, que es lo que tenían planeado hacer. Yo lo siento mucho, pero esto es así. Cada vez será más difícil reunir a la familia, cada uno con sus historias, sus ocupaciones y sus intereses. Es triste, pero así es la vida.


¡Ya estoy de vuelta, señoras y señores!

¡¡Un besazo a todos!!