sábado, 13 de diciembre de 2008

¿Cuál es el cauce de las cosas?


Desdichados fueron los dos comentarios que inocentes me hicieron ayer un tal anónimo y el siempre fiel Charilieindio.

El día de ayer empezó perfecto, como véis. Lo que no pudisteis ver fue lo que pasó después de salir de casa. El cielo se oscureció y mi vida se tornó en una pesadilla.

Me dirigí hacia la plaza, a visitar a Lara y a los demás. Solo me encontré con ella, otra chica, y el rubito gay. Estuve poco tiempo con ellos, peleándome de mentira con el rubito para entrar en calor, ya que hacía un frío demasiado intenso. En la llamada que recibí de Sarita a las 19:19 horas, me fuí con Lara a la puerta del cine cercano. Allí, aparte de Sally, su novio, Sarita y la otra chica, me encontré con Luca. Conseguí convencerlos... y él y Lara accedieron a ver de nuevo Crepúsculo conmigo. Entramos, felices, con ganas de ver la película. Pero las ganas desaparecieron al rato. Marchaba bien la cosa... cuando mi móvil empezó a vibrar. Era eGeo. Ni una de tres, diez veces me llamó, le envié un mensaje y me contestó. Necesitaba hablar. Salí apesadumbrado y con algo de miedo de la sala, al exterior, a la calle. Estaba llorando. Había vuelto a tener problemas con su madre.

Sentado en el suelo, en un maloliente y oscuro rincón de una calle posterior donde están las salidas del cine, intenté tranquilizarle como pude. Desde un corazón agonizante, la desesperada voz del amor me decía que quería venir a Fuengirola, no soportaba un minuto más viviendo con la mujer que le ha tocado en desgracia como madre. Mi niño, -le decía yo- no puedes hacer nada, tienes que aguantar. No hay más remedio que la espera, es demasiado arriesgado abandonar todo sin saber a dónde ir. Espera a que todo se suavice, y entonces suspende todos tus actos, acostúmbrate a una rutina satisfactoria para ambas partes, no cambies nada hasta que consigas tu preciada mayoría de edad. Por lo visto su madre había visto el paquete con la antena. Lo había pillado. Reventó su ira contra él, mi pobre niño, quien no pudo hacer nada para evitarlo Entre sollozos, intenté tranquilizarlo como pude, empleándome a fondo, aunque él sin remedio estallaba en lágrimas y ahogos una vez más. Entonces mi corazón estuvo también a punto de quebrarse.

Me moría de frío allí. Sólo tenía una camiseta de manga larga, ya que la chaqueta de cuero se había quedado dentro del cine, luego me contaría de qué iba la peli. Aunque el tiriteo era lo de menos, lo importante era lo que sucedía al otro lado del teléfono. La madre entró de nuevo en la habitación, pidiéndole el teléfono, diciéndole cosas. Fui débil, y no pude escuchar los gritos que se daban, no, no pude, mi corazón estalló del todo y llorando permanecí espalda contra la pared. Fue horrible. No tenéis ni idea, nadie la tiene, y espero que nunca la tengáis. Escuchar a tu novio, la persona que más quieres, siendo insultado, gritado, humillado por su propia madre, mientras solloza y llora amargamente. Es muy duro. Demasiado, demasiado.

Te sientes impotente, pues no puedes hacer nada. Sabes lo que ocurre, casi puedes visualizarlo... y ni tu voz puede ser escuchada. En ese momento fui como la conciencia de eGeo, le dije lo que debía hacer, lo que no, lo que tenía que pensar y las verdaderas verdades que había. Intenté despejar del todo su mente, cosa que costó, ya que él se pone muy muy nervioso en momentos así. Un chico solitario en una tarde fría le gritaba al cielo que le diese el teléfono a su madre, como ella pedía, chocando con sus negaciones. Cuando ésta desapareció, le convencí de ello, le pedí que se lo diese si volvía a aparecer, aunque en el fondo deseaba seguir hablando con él. Pero en cierto momento, cuando todo parecía que iba mejor... colgó. Y con ello, se colgó mi corazón.

Estuve alrededor de una hora allí. En ese rincón, dando vueltas, apoyándome en la pared, sentándome en el suelo y tirándome de los pelos. Tenía la boca seca, pero la cara empapada, fría, con los labios tiritantes y los ojos rojos. Pocas veces en mi vida he llorado tanto. Veía el mundo injusto, demasiado grande para nosotros, demasiado cruel y despiadado. Sentía odio, odio por todas las personas, odio por el ser humano en general, y todo lo que ello conlleva. Pero también por la vida, por el alma, por todo lo que está más allá de lo sensible. El maldito azar ha puesto en mi existencia triste cuantos obstáculos ha podido, forzándome a trastrabillar cuando mejor me encontraba, cuando empezaba a ver un ápice de luz en esta oscura estancia donde nací.

La vida es sólo una prueba. Una prueba que nunca acabará, y cuyo fin desconocemos. Hay que ir sorteando peligros, cada vez mayores, hasta saber dónde reside la verdadera paz. Aunque parezca paradójico, es una suerte que ciertas personas sean desgraciadas. Los van preparando, los configuran, aprenden con mayor rapidez cuál es el camino que a ellos les puede llevar a la felicidad. Soy fuerte, muy fuerte, porque desde un principio prometí no desistir. Sufriré mucho, estos muchos meses que quedan serán agotadores, hasta que vuelva a alcanzar ese poquito de felicidad, ya más prolongada. Y ni aún pasando todo ésto, la felicidad será eterna, volverán más problemas y obstáculos, pero tendré más fuerza que los demás para superarlos. Mucha gente me dice que lo que estoy pasando es loable, pocas personas soportarían. Lo cierto es que ya encuentro a todo ésto un cierto recuerdo, como si hubiera pasado por lo mismo antes. Por ello, fui fuerte, lo soy, y lo seré. Tengo la suerte de haber sufrido, porque así me enseñará a ser verdaderamente feliz, a apreciar los buenos momentos. Este río llegará algún día a su mar, pero antes pasará por infinitas cascadas, torrentes y peligrosos rápidos.

Conseguí volver a hablar con él tras la hora fuera, esperando a que los demás saliesen. A los 20 minutos, la batería de mi móvil sucumbió. Se apagó, cortando mi lazo con él. Me fui entonces corriendo a mi casa, y puse en carga el móvil. Durante un cuarto de hora no hice nada, me senté en una silla cualquiera mirando la pared, con la cabeza apoyada en las manos, ya sin llorar. Entonces me llamó Sarita. Le dije que subiese a mi casa, que por favor lo hiciese.

Cuando llegó, estuve largos minutos abrazado a ella, llorando desconsoladamente. Mis fuertes gemidos y sollozos le habían emocionado también, se había deprimido conmigo. Intentó animarme, aunque poco consiguió. Sólo mi mente clareó cuando sonaron los arpegios de guitarra iniciales de Sweet Child o'Mine en mi móvil. Era él. Lo cogí, y al poco tiempo le dejé sobre mi cuarto para despedirme de Sarita. Le di las gracias mil veces, y se fue.

Hablé con él, ya eran las 10 y media de la noche. La tarde había sido agotadora. Él estaba más tranquilo con su madre, pues se había ido a cenar a nosédónde. Tumbados los dos en la cama, le tranquilicé con mi voz, ya los dos con los corazones recompuestos. Le colgué a las 11, tras decirle un truquito para relajarse y conciliar el sueño, profesarle mi amor y desearle buenas noches. Se durmió al poco tiempo, como un angelito, herido, magullado y triste, pero como el angelito al que quiero.

Yo hasta la 1 no pude dormi. Hablé con varias personas por messenger y vi el primer acto de Don Juan Tenorio. No tenía fuerzas para llorar, aunque mi corazón estaba triste. Me dolían los ojos demasiado, aún hoy siento esa pesadez. Me deshidraté de tanto llorar, creo yo. Espero al menos haber perdido algo de peso con el tembleque.

Eso si, mi sentido del humor nunca lo perderé, vida mía. Quiero que seas feliz, y por mis homosexuales cojones que lo lograré.

Te quiero. Siempre estaré aquí.

¡¡Un besazo a todos!!

PD: Foto sin sentido, una cualquiera.