domingo, 18 de enero de 2009

So happy together... and home alone!


He pasado, sin duda, uno de los mejores fines de semana de mi vida. Con mis amigos... mis verdaderos amigos, solos, en una casa de campo. Una maravillosa casa de campo... pero bueno, vayamos por partes.

Antes de nada, quiero anunciar algo importante, muy importante. Voy a hacer algo único, sin precedente en este blog... cambiar un nombre a una persona. A partir de ahora, Lara, mi amiga tan cercana, a la que hace relativamente poco descubrí y comprobé que merecía la pena su amistad, pasará a ser... Alicia, mi amiga tan cercana, a la que hace relativamente poco descubrí y comprobé que merecía la pena su amistad... Ese nombre... bueno, sé que le gusta mucho "Alicia en el país de las maravillas", y si algún día le muestro mi blog, creo que le gustará. También llamaré Rober al rubito gay, que el pobre siempre ha estado ahí pero aún no había tenido un nombre.

A las 9 menos 10 el niño de mis ojos me llamó al móvil y me sacó del sueño, tal y como yo le había pedido. Me duché, arreglé las cosas, y a las 11 ya estaba esperando con Alicia (ex-Lara!), Martin, su novio Chris, Rober, M, y J. M es una muy buena amiga de Alicia, chica simpática, callada, pero que cuando quiere, habla mucho y payasea como el que más. J es un chico alto, de 19 años, pelo oscuro como el de eGeo, que está de rollo o de relación extraña con Rober, también se junta con nosotros. Le he puesto sólo esas iniciales (las de Michael Jackson, ahora que lo pienso) ya que no son muy importantes en mi historia, al menos no todavía. Al poco llegó el padre de Alicia, nos repartimos entre su coche y el de Martín, y partimos hasta la casa del segundo, cerca de Alhaurín. A la media hora corta llegamos, entre naranjos, limoneros, chumberas y muchas otras casas, a la preciosa villa del señorito. Era una pequeña finca con algunos árboles frutales, algo de terreno (no sé cuánto, no pude explorarlo todo), y en el centro, una adorable y pequeña casita de nueva construcción. Con tejado a dos aguas, una planta, grandes ventanales de madera, una imponente puerta y pintura exterior amarilla, ya se veía desde afuera que por dentro sería preciosa. Pues nos equivocábamos. Era preciosísísísima.

La decoración era maravillosa, de estilo rústico, pero no muy cargado, al revés, bastante actual. En las paredes blancas de cal y bajo las vigas del techo había cuadros curiosos (a destacar uno de un elefante, más alto que yo), platos andaluces y aperos de labranza antiguos, como horcas y bieldos (especie de horca, casi un cepillo). Todo era blanco en las habitaciones, las sábanas, las colchas, las cortinas, las paredes la poca decoración en ellas, todo era límpido, perfecto. Había tres dormitorios grandes, una cocina-comedor, un salón, dos baños y un rellano en el que solo había una inmensa maceta y un trillo. Los baños eran enormes, todo de piedra lisa y madera, un plato de ducha inmenso, y una alcachofa muy curiosa. La casa entera olía bien, a nuevo, a blanco. A excepción del salón, que a llegar ya empezaba a desprender el aroma de la leña quemada en la chimenea. Allí pasamos la mayor parte del tiempo, pues estaba la televisión, el sofá, y todo lo que necesitábamos.

Poco después de llegar, se fueron los mayores. ¡Ya estábamos solos en casa!. Al principio fríos, tímidos, sin mucho ánimo, pero rápidamente nos activamos cuando empezamos a jugar. Martin instaló la Wii, la PS2 y la PS3 (se nota que viene de familia rica, ¿¿no??), yo cogí la guitarra, y Alicia con la batería nos hinchamos a canciones en el Guitar Hero de la Wii. Nos turnábamos, el mejor en la guitarra era Rober, aunque a mí no se me daba nada mal, teniendo en cuenta que era la primera vez que jugaba. Empezábamos a pasárnoslo bien, con libertad por toda la casa, hablando todos con todos, riéndonos de las payasadas de Rober, de los bailes de Chris, o de las ocurrencias de Alicia. Al llegar la hora de comer, nos metimos en la gran cocina, entera para nosotros. Yo partí salchichón, serví embutidos y puse elegante la mesa, mientras Rober preparaba la comida con destreza. Nos fuimos todos a comer, los 7 en el centro del comedor, felices, escuchando de fondo música buena, divertida. Los espaguettis le salieron divinos, deliciosos. Nos sentíamos muy muy unidos... éramos como una de esas familias de las películas, que se unen para cenar pavo en el Día de acción de gracias.

Estaba feliz, mucho, hacía tiempo que no estaba tan bien. No hay nada mejor para estarlo que pasar unos días con las personas que más quieres, divertidas, sensatas, atentas y preocupadas por el prójimo.