lunes, 9 de agosto de 2010

Hoy nos hemos reunido después de tanto tiempo
y hemos acordado romper nuestro silencio,
y poner fin a esta furia reprimida,
y poder arrancarnos del brazo las tiritas.

Hoy al llegar a casa,
al cabo de unos meses de estar obsesionado
en saber que es lo que tú sientes,
he caído en la cuenta de que tú también sufrías
por no haberte amado como tú lo demandabas.







Ya lo sé, ahora me doy cuenta.


Sólo necesito esos labios. Entonces seré persona.


Pero tu estás ciega, sorda, muda. Lejana e inmóvil. Eres opaca y transparente. Intocable y eterna.


Y yo todavía te canto canciones desde mi ventana.