jueves, 23 de abril de 2009

Rescatando: La salsa de la vida.

Os pongo un texto que escribí hace algún tiempo, en uno de mis bajones. Estaba por ahí guardado, hoy lo he rescatado y he considerado oportuno mostrároslo. Espero que os guste. Lamentablemente, no he vuelto a escribir nada más de este tipo... ¿quizás debería volver a intentarlo?



La salsa de la vida.





Hoy he ido a cenar, y he encontrado un paisaje desolador. Esta noche cada uno se prepara su comida, cada uno puede elegir. Bien, es el momento de dar rienda suelta a mi creatividad culinaria. Pero al coger el bote de ketchup... me percaté de algo desagradable, horrible, que no había podido ver antes, ciego ante mis ojos, que podría cambiar el transcurso de toda una vida.

No podía ser verdad, no.

No había ketchup.

Ni una gotita rojiza y pegajosa, nada. Apretaba con fruición, sacudía el envase, y con él temblaba mi mundo, pero nada iba a conseguir. Se acabó, ya está. Habían venido otros a usurpar mi oro sangriento. Me lo habían arrebatado de las manos, esa preciada salsa que da un sabor especial a cada instante. Otros la disfrutan, todos lo hacen, menos yo, que continúo apático con mi bote vacío entre las manos, mirando el infinito de mi pasado.

Y ya es tarde, demasiado tarde. Hoy está todo cerrado, hasta la argentina de la tienda de 24 horas estará en su casa, o viendo la tele, o durmiendo, o comiéndose una de sus barras de pan tan ricas que tiene siempre. Acompañándola de su ración correspondiente de ketchup, cómo no. Pero ya es tarde, demasiado tarde. Podría decir que mañana será lunes y que podré ir a comprar ketchup a cualquier establecimiento, pues lo hay por todos lados, y de todas las marcas. Curiosamente, de las buenas, las Heinz no las he podido tener nunca. Tan solo en esporádicos momentos, muy lejanos ya, demasiado. El sabor no permanece, siempre es variable. En realidad, nunca he probado el ketchup de verdad. El que proviene directamente de los tomates. Jamás he sabido cuál es su sabor. Eso me hace sentir insignificante.

Al igual que se puede decir que será lunes, también puedo decir que no lo será. No es seguro. Quizás el inicio de la semana del ketchup no llegue nunca. Quizás la hayan derogado. Quizás malvados señores vestidos de paisano hayan raptado al lunes que debería tener. O que en España se de una ola de compras obsesivas y mi querido acompañamiento haya desaparecido de los estantes. Nada es seguro.

Tan sólo es seguro que, en estos instantes, no queda nada de ketchup en mi botellín de plástico.

¿Volveré a sentir ese sabor tan característico en mis labios?

¿Llegaré a probar el tomate primigenio?


Nadie me lo dirá. Tan solo el camino que me marque del tiempo.



Mientras, tendré que conformarme con la sosa mayonesa para condimentar mis cenas.



¡Un besazo a todos!