domingo, 19 de abril de 2009

Se acabó lo que se daba - Heraklion, y los Juegos

La cubierta durante la primera noche...

Los días pasaban. Ya llevábamos más de la mitad del viaje en el barco, y se notaba. Estábamos un poco tristones, no nos podíamos creer todavía dónde estábamos, dónde habíamos estado y dónde estaríamos después. Quedaban tan lejos aquellos padres, aquellos exámenes, aquella rutina... que no queríamos volver, tan solo que el ritmo de museos, caminatas, pero discoteca, comida a mansalva y descanso domincal continuase indeterminadamente.

El sexto día en el extranjero fue en el que más se hicieron patentes las huellas del cansancio. Estábamos muertos. Como decimos, era el día zombie. Tocó ir a la capital de Creta, Heraklion, ciudad que no tiene nada en especial, salvo que se encuentra cercana a los yacimientos de Cnosos, muy conocidos (al menos en Creta). La verdad es que estaban muy bien, eran interesantes... de no ser porque un tal Evans restauró los hallazgos a su manera, según él pensaba en el momento que hubieran sido, destrozando así lo poco que había e incapacitando posteriores investigaciones... aunque poniéndolo bonito, eso sí. Pero ese día, como decía, no estábamos en correctas condiciones para ver el pedazo de templo (o lo que quedaba, reformado, de él), estábamos derrotados, dormidos, con ojeras... menos yo, que jamás se me han notado. Todos con gafas de sol, ese día fue el que menos fotos saqué. El profesor acabó cabreándose, claro, porque a él le hacía ilusión, siendo profesor de Historia del Arte, pero su entusiasmo ese día no nos lo pudo transmitir. Lo siento, pero ese día no. Vimos Cnosos, volvimos en bus a Heraklion, y subimos corriendo al crucero.

Allí, después de dormir la siesta unas cuatro horas, salimos a dar vueltas por el navío. Era como una ciudad en miniatura, donde podías vagar a tus anchas. En ese momento, nuestra creatividad explotó. Más exactamente, la creatividad de Paco. No se le ocurrió otra cosa para pasar el tiempo jugando a cosas que se inventaba, como abrir las puertas con las tarjetas, pero con la boca, o jugar al ascensor. Teníamos que ponernos de rodillas en el rellano del primer piso, meternos en el ascensor que parase primero, tocar con la boca el último botón, de la planta 10, y continuar de rodillas aunque todo el mundo parase el elevador y se montasen. Era el juego del ridículo. Nadie nos conocía allí, no nos podrían decir nada, tan solo reírse, quizás mirarnos extrañados. Algunos guardaban silencio, otros se miraban, otros preguntaban por lo bajo que si estaba rezando a la Meca, incluso otro le preguntó muy afectado que si necesitaba ayuda para levantarse. Por supuesto, ese ritual lo repetimos Marcos, Azul y yo muchas veces (yo menos... ya que me empezaban a doler las rodillas). Por supuesto, eso no lo repetiremos jamás... por eso, quizás, nos atrevimos a hacerlo. Hacer cosas absurdas y sin sentido, era lo interesante. Como la noche en la que Paco y yo nos presentamos en la discoteca... con nuestros pijamas y nuestras zapatillas de andar por casa, las mías robadas a una niña. Este local estaba situado en el mejor sitio del barco, en la popa, desde la que se veía todo, con una redonda pista de baile, muchos sillones y una barra libre con varios camareros constantemente acosados. La gente no bebía mucho, la verdad, eran todos muy responsables. Yo tan solo probé un mojito y me tomé un chupito diminuto de tequila con limón y sal, que no me gustó. Había buena música, aunque algo repetitiva, al menos pudimos pedirle las canciones que queríamos escuchar, como Marisol; lo que no pusieron era la música de Interestatal 5555, película animada que estaban proyectando en una pantalla continuamente, basada en las canciones del grupo francés Daft Punk. Cuando empezamos a bailar tecno con nuestras ropas de noche, la gente nos miró raro... pero mucha otra dijo que con seguridad debíamos estar más cómodos así. Otra anécdota fue el enlace matrimonial de Marcos y Azul, quienes habían decidido un año atrás que se "casarían" cierto día de abril, así que fijaron la fecha en la noche de gala. De manera que organizamos la boda en el mejor sitio que podríamos... ¡el ascensor principal!. Yo al vídeo, otro chico con la cámara de fotos, Paco con su alzacuellos, otra chica con los anillos, bien trajeados nos dispusimos a casarlos. Hasta la cancioncilla nupcial tarareada constantemente, incluso un "¡Que vivan los novios!" final al que se unieron las personas que en ese momento se montaron en el ascensor. Cómo no, cuando se entregaron los anillos, lo hicieron en el salón delante de todos... y poniéndoselos con la boca directamente en los dedos. Fue una vivencia muy buena, lo pasé muy muy bien. Qué pena que esas cosas no se vuelvan a repetir...

Con ellos tres, Paco, Marcos y Azul, pasé la mayor parte del tiempo. Recuerdo: Paco, chico "interesante", compartimos muchos gustos, solemos discutir de filosofía y muchos otros temas; Marcos, compañero de clase desde primero de ESO, aunque tan solo eso; Azul, chica también interesante, le encanta La Casa Azul (de ahí su sobrenombre), de extrema belleza, cuya madre es fotógrafa y me pasa libros del tema para aprender. Practicando esos extraños juegos, hablando en los camarotes, jugando al Trivial o al Intelect, paseando, hablando, y sobre todo, riendo. ..Lo mejor del viaje sin duda fue estar con ellos, más exactamente, con Paco. Descubrí a una persona nueva allí, que me encantó. En varias ocasiones mantuvimos conversaciones muy interesantes de temas profundos, que no esperé encontrar allí. Fue una experiencia muy enriquecedora en ese sentido, el encontrar una persona en mi clase con la que disfrutar las cosas. 

Y tras la penúltima noche a bordo, una de las que más duró, nos fuimos a dormir, para levantarnos en Atenas, durante el séptimo día de nuestra travesía.


(Continuará... y acabará... algún día xD)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad es que las ruinas de Cnosos a mí personalmente me decepcionaron, esperaba algo mejor.

Que envidia me dais con todos esos juegos, seguro que os lo pasasteis de maravilla...

Un abrazo,

Josep