miércoles, 16 de julio de 2008

Entre viñas - Parte 2


Como iba diciendo...

Estábamos en la planta baja de la casa, un recinto al que se entraba por un enorme portón, como una cochera antigua adaptada, presidida en el centro de la pared frontal por una enorme chimenea de las antiguas, decorada con flores, ramas secas, tomates cherries, calabazas con caprichosas deformaciones, llaves antiguas, y otros aparejos de campo ya sin uso y que daban un toque muy muy bucólico a todo. Un remolque abandonado en una esquina, algo de paja en el suelo de piedra, típicas sillas andaluzas de madera con ya sus añitos, el alto techo del que colgaban yugos, bicicletas antiguas, y muchas cosas más que te hacían sentir en un lugar encantado, especial, como si hubieses viajado al pasado al cruzar el umbral de la puerta...

Al poco rato subimos a la casa, una casa antigua pero ya totalmente remodelada, que parece nueva, pero muy bien hecha. Un gran salón, tres enormes habitaciones, una luminosa cocina con vistas al huerto... tambien muy bien decorada. Qué gustazo!
Y a los pocos minutos, vinieron la cumpleañera con sus amigos. La cumpleañera es precisamente aquella que apareció en cierta foto que hice en San Juan... no sé si la recordáis, si no es así, no pasa nada, tampoco os perdéis mucho, es sólo un detalle... A Sarita la conozco desde siempre, nos conocimos en el parbulario, y es de las pocas personas con las que llevo y llevaré años y años de eterna amistad. Al cambiarnos de colegio para entrar en primaria, empezamos a distanciarnos... pero como nuestras madres son grandes amigas, hemos seguido viéndonos casualmentem y eso si que era interesante. Podíamos pasar cuatro meses sin vernos el pelo, pero al instante de estar con ella (también mi hermana, que también es amiga de ella), es como si no nos hubiésemos separado nunca, continuamos con esa confianza que no hemos perdido con la falta de contacto. Éso me ha pasado con pocas personas, y es algo que me da mucho coraje... cuando me reencuentro con alguien con la que hace meses que no veo, como con el indiesito Iñaki, o con las hijas de los compañeros de mi padre (con los que pasé ese fin de semana en el hotel a mediados de junio), al principio estamos fríos, y nos cuesta animarnos y hablar, como si fuésemos desconocidos que se ven obligados a conversar. Eso lo odio, no lo soporto... pero por suerte, con Sarita no ha ocurrido jamás.

Acompañando a Sarita, venían sus amigos. Tres chicas, una de ellas gordita y muy tímida, que no habló casi nada en todo el día, otra chica inglesa muy muy guapa, que venía con su novio, y por último una chica bastante interesante para mi, que me causó una grata impresión. El chico era, como he dicho, el novio de la inglesa, con unos poco aparentados 21 años, pequeño, guapillo, buen cuerpo, simpático y divertido. Me dio pena, porque tiene dermatitis atópica, creo recordar, por lo que se hiere con muchísima facilidad, la piel le arde en el contacto con el agua de mar, tiene alergias a muchas plantas, no le sienta bien la humedad ni el calor, etc... y era una lástima, ya que siempre tenía que estar con los botes de crema y pastillas encima.

Ese día no era ni mucho menos el cumpleaños de Sarita, sino que mucho atrás... pero si era una buena excusa para celebrarlo con unos días en la casa de su pueblo rodeado de sus amigos (habría cumplido los 17, es decir, ya los tiene).

Nos presentaron y volvimos a bajar a la "cochera", la antigua estancia donde habían preparado unas mesas. Allí comeríamos, haciendo la comida en el fuego de la chimenea nosotros mismos. Así que los siete (mi hermana también pasaría el finde con nosotros, claro) estuvimos un rato sentados, tomando aperitivos, jugando a las cartas, y empezando a establecer lazos... con algunos más que otros. Porque, si recordáis bien, yo estaba mudo... no podía pronunciar ni palabra, no se me entendía. ¡Estaba totalmente afónico!. Como mucho, podía hablar flojito, susurrando... pero no era suficiente. Así que a duras penas conseguí comunicarme con ellos, pero viendo que no lo conseguiría con fluidez, desistí... muchas cosas que quise decir, bromas, o las tonterías que fuese para animar la cosa, me las tuve que tragar. Fue una pena, porque parecía un tímido introvertido... pero no tenía otra! No paraba de rezar por que se me pasase, ni de tomarme Lizipaina y otras cosas para la garganta... pero ni mejora!

Tras terminar de comer la carne, los filetes, pinchitos o hamburguesas que el chico había preparado al fuego, seguimos un rato allí jugando de nuevo a las cartas. A media tarde, nos pusimos los bañadores, cogimos las toallas, y subimos a la no muy grande azotea de la casa de Sarita. Allí, tras un rato inflando globos con agua, se declaro una guerra acuática en el que nadie salió poco mojado... la que liamos! Los globos se escapaban por el muro, y daban a las casas vecinas, una de ellas entró por una ventana, y otra estalló en un coche que estaba en la calle abajo... pero qué más daba? Todo el pueblo se habría enterado, sin duda...

Tras jugar con el agua, y poder ver al chico sin camiseta (bastante apetecible) y quitarme yo la mía sin complejos (por una vez, no me importa nada estar a pecho descubierto!), nos cambiamos de nuevo, nos duchamos, fuimos a merendar unos bollitos riquísimos, y volvimos a jugar a las cartas, ésta vez en una de las habitaciones sobre los colchones. Ni que decir tiene que muchas partidas las gané yo... estuvimos jugando al "hijoputa", una especie de adaptación del UNO muy entretenida para la baraja española.

Sobre las 9 y algo, salimos a dar un paseo, y entonces saqué mi cámara. Quedaron impresionados, cómo no... pero no era eso por lo que quería sacarla, es más, me daba vergüenza! Pero no, no fueron los típicos, que se ponen a posar para ti, o a que te enseñen tooodas las fotos que haces... se interesaron de verdad. Incluso la chica ésta que me gustó tanto (ya diré por qué), estuvo preguntando cuestiones técnicas de la cámara, cuántos ISO alcanza, la velocidad que tiene de encendido, tipo de lente, etc... bien, al fin alguien que entiende! Pero claro, ella entendía porque su hermana es fotógrafa... aunque eso también cuenta, al menos sabe de algo!

Estuvimos andando una horita y media... todos juntos, hasta llegar a lo alto de una especie de colina, desde donde la que se divisaba el pantano de La Viñuela, la sierra montañosa, y al fondo un bonito atardecer... precioso! El novio y la novia, la parejita, iban cogidos de la mano, besándose en ese idílico lugar... qué envidia sentí... pero bueh... yo iba con mi camarita haciendo fotos a todo y a todos, como si me fuese la vida en ello. Me conseguía distraer, y eso está bien. Al rato ya casi de noche volvimos a bajar la colina hasta el minúsculo pueblo, llegando agotados, con sed, pero sin hambre.


Y ya era hora de cenar, y de dormir... aunque pocas ganas teníamos....

(Continuará)
PD: Foto mía, un detalle del lugar...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Linda foto!

Mientras que se pasa con gente que se quiere y de paso divertida nunca nos vamos a aburrir, jaja, y bueno que bien que te hayas fijado en ella, ya veré luego por qué!